Sigo gritando mi nombre.
Mi alma oculta bajo llave,
sin ranuras, para amar.
Mi corazón un enjambre.
Mi nombre: nadie responde.
Solo me hace falta el mar.
He extraviado las palabras;
los garabatos nocturnos.
Mi antigua, extraña, destreza:
ahuyentando los susurros
con mis manos como armas,
hojas para la tristeza.
Incendiándose. Duermo.
Todo ardiendo y yo soñando:
soñé dibujar y escribir;
despertar sin pasado.
Pero nunca me despierto.
Me limito, solo, a vivir.
Desconozco dónde habito.
Antes, todo eran formas;
letras bailando entre ellas
alejándome de sombras.
Ahora, siento pánico;
no quiero desnudar mis penas.
Pasan los meses sin cambios,
nada puede estremecerme.
Parezco piedra y soy arena.
Mi anciana casa me mece;
juntas, solas. Con agravios
que dejó aquella marea.
Tanto tiempo sin tiempo.
Sobreviviendo. A solas.
Si ya ni mi eco responde;
en mis pies tiemblan las losas.
¿Cómo explicar lo que siento
si he perdido hasta mi nombre?
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