La Calle
Es una calle larga y silenciosa.
Ando en tinieblas y tropiezo y caigo
y me levanto y piso con pies ciegos
las piedras mudas y las hojas secas
y alguien detrás de mí también las pisa:
si me detengo, se detiene;
si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie.
Todo está oscuro y sin salida,
y doy vueltas y vueltas en esquinas
que dan siempre a la calle
donde nadie me espera ni me sigue,
donde yo sigo a un hombre que tropieza
donde yo sigo a un hombre que tropieza
y se levanta y dice al verme: nadie.
Octavio Paz
Pesan en mis rastros, los campos yermos, helados; dónde invierno anestesiada al raso. Empieza Febrero. Todo se escapa demasiado rápido, si deseas dormir, eternamente. Octubre tan dulce… y el maldito Noviembre. Detuvo los meses. Me he vuelto una piedra a contracorriente. Erosionada por los golpes; gravados más adentro, dónde solo hay silencio.
La calle llora cuando
entro a casa sola, y subo las escaleras corriendo. Sabe que no hay nadie. Le entristece
que no estés, como antes. Llora la ausencia y se apaga entre
lluvias; por la demora y el amor sin mesura. Oscurece al encerrarme. Detesto las luces que no alumbran y las que enciegan. Y al desaparecer; desaparecen las esperas.
Tus cenizas, tus
promesas y tus palabras; se las lleva el viento. Aunque el viento me lleve. Mis
cenizas, mis promesas y mis palabras; siguen ilesas.
Madrugadas descendiendo
las paredes que me apresan. Derrumbándose; caen restos de pasado, aún presente.
En simbiosis; pierdo peso y piezas, se ensanchan las grietas. Las heridas
profundas de mis entrañas. La necrosis de esperar, por todo o por nada. Mis
humos verdes, tus iris verdes; de un color inexistente. Mirándome fijamente
desde la mañana en que te fuiste. Jamás creí que no volverías, que nunca hayas
vuelto. Solamente apareciste fugaz y celeste, algunas noches inolvidables que
no fueron suficientes. Me brindaste la mejor despedida, aunque no era consciente, y sigo negándome a recobrar el sentido. La ternura en cada respiración, los latidos entre sabanas, besos,
llantos, y verdades que sanaban mis miedos. En un abrazo despertamos siendo uno; con el amor más puro, y
sin anclajes. Yo pensaba que no escribíamos finales, y creía apasionadamente en
las comas, pero acabamos en un punto. En un punto indescifrable.
Te marchaste, y me quedé con el polvo de las estrellas que han muerto. En el letargo más siniestro. Yo recordando tus ojos y tú enamorándote de otros. Sin reproches me quiebro y no duermo sin tu cuerpo. No sangro ni lloro. Quizás ya estoy muerta; o nací muriendo, como los astros. Vuelvo la vista y pierdo la vida.
Espero que la vainilla, tus sueños, un brindis, la luna, un tren o un amanecer… cerca de la playa; dónde me llevabas enamorada por caminos de agua. Te recuerden mis sonrisas y mis fuerzas. Nuestro primer abrazo, y nuestro último beso. Nuestra primera, y nuestra última noche. Cuando nos conocimos, aún tan pequeños. Todo lo que dibujé y di por ti. Tú música. Todo lo que tú diste por mi. Nuestra calle y nuestra casa. Olivia y Musa. Por favor, no olvides la magia. Recuérdame entonces, cuando aún tenía el mar y el amor en la piel. Recuérdame abrazándote; la felicidad más grande iluminándome más allá de mis límites. La belleza de amarnos, salvándonos. El infinito que construimos.
No vuelvas si no me salvo. Solo yo podría hacerlo; a pesar de querer tus manos para escapar del infierno y volver a tu eterno cielo. Yo eternamente te quiero. Nunca te quise por un tiempo, el tiempo no existe; y yo siempre te querré para siempre.
Prefiero el ayer para ti. No quisiera cambiar tus recuerdos por lo que soy; huesos enterrados entre escombros tratando de florecer. Si no vuelvo a desaparecer. Si me salvo, otra vez. Espero volverte a ver.
Prefiero el ayer para ti. No quisiera cambiar tus recuerdos por lo que soy; huesos enterrados entre escombros tratando de florecer. Si no vuelvo a desaparecer. Si me salvo, otra vez. Espero volverte a ver.
Desaparecer - Miren Laluna |
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