Pasos repetitivos en pasillos sin salida; medicina apagando las miradas que me acompañan. La luz se escapa entre mis manos, en salas dónde siempre es de noche; y ni las estrellas, ni la luna, brillan. Se esconden detrás de estos muros, las busco y no hay forma de encontrarlas para que de nuevo, brillen. ¡Qué me derriben! ¡Qué entierren esta lucha, que infinitamente he vivido; y siempre he perdido!
Que mi vida se desangre, a gotas o a ráfagas. Que se desborden los ríos. Que todo termine, porqué jamás empezó.
Que el mar eterno inunde este silencio que no acalla los naufragios. Rojo, amenazante y profundo. Me hundo. Olas que me arrastren a la muerte; o al fin de la mala suerte. Que terminen los bailes mientras las orquestras sigan sonando. Yo seguiré cantando, espantado los males. Buscando posibles finales.
Tanto nos amamos; y nos amaron, los mares que antaño navegamos. Tantos besos y promesas bajo el agua. Hicimos montañas; y se convirtieron en glaciares. Derretidos en tu huida. Los deshiciste, y me deshice. Hoy, son, todas mis lágrimas vertidas.
Vuelvo a escribir. Con la cabeza distinta; con aguda distimia.
Sin coraje para el desanclaje; para sobres, sellos, ni viajes. Amo y lloro a solas; sin olvido y sin vivir. Como los buques perdidos que yacen esperando resurgir. Sin destino, voy a la deriva.
Tú tan vivo y yo tan viuda.
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